Alejandra Garrido, pintora. Algo más que una energía creativa
Observar sus pinturas y conversar con su creadora es descubrir que va más allá de un incansable impulso creativo, la construcción de su obra encierra un extraordinario poder simbólico. Instantes fugaces de su vida.
Hay ocasiones en que una persona a través de su arte se trasciende así misma. En la obra pictórica de Alejandra Garrido ocurre así. En su obra se observa una rara y evocadora belleza construida en base a su nuevo interior.
Ella define su actual quehacer como un ejercicio sanador, “pintar ha sido mi terapia, al mismo tiempo que me ha ayudado a sanar mi alma”. Mientras en su taller repleto de tubos de óleos, acrílicos, tintas y pinceles aprecio sus trazos pictóricos. Una ventana a través de la cual ha dado rienda suelta a un imaginario poético que oscila entre lo visible y lo invisible.
Alejada de cualquier planteamiento sus obras entrelazan temas, técnicas y etapas utilizando como hilo conductor su propia historia. Un universo de instantes fugaces, también de pesadilla y de inquietud, envueltos en un aura de misterio. Su búsqueda de la belleza es paralela a una profundidad que hoy conecta con su interior.
Alejandra ha vivido momentos de quebranto de salud que no duda en admitir la han devuelto a la vida. Más aún, cree que en su vida hay un bien definido antes y después de su accidente cerebrovascular.
Vivir en el antes
Alejandra, 43, casada con Rodrigo Facuse Zaror, 44, empresario vitivinícola, agrícola, ganadero e inversiones, tienen dos hijos: Diego, 15 y María Ignacia, 13 años. Alejandra trabajó 10 años en Consorcio, alta ejecutiva en inversiones y seguros de vida, pero un día renunció. Fue el principio del antes. “Un antes que contiene muchos errores de mi parte”, admite. “Por algún motivo sin razón ninguna, me sentía no valorada, en realidad por nadie. Vivía un momento en que me mandaba puros “condoros”. Me sentía fuera de control. Me retiré de mi trabajo”, relata. Alejandra. Reconoce que fue peor, se encerró en sí misma sin pedir ayuda. Hasta que un día decidió hablar con su marido y contarle lo que le estaba pasando. “Rodrigo sí había notado algo, pero mi propia introversión no le permitía ver en la horrible etapa que yo estaba sumida”. Revisaron su relación y vieron que el amor mutuo en nada había cambiado. Para distenderse se fueron de viaje a Miami con un matrimonio amigo y un primo y su señora. En Miami Alejandra dice que empezó a pasarlo mal; pero para no interrumpir la fiesta a los demás “que lo estaban pasando regio”, no dijo nada. “Me dolía mucho la cabeza, sentía la presión muy alta y taquicardia permanente”.
Finalmente le contó a Rodrigo, quien quiso llamar al cardiólogo que la controlaba en Santiago, pero Alejandra no aceptó. Rodrigo le compró un tensiómetro y pese a los remedios seguía alta. Rodrigo insistía en llevarla a una clínica pero Alejandra pensaba que no soportaría “aportillarle” el paseo a los demás y decía que ya se le pasaría y alegaba que, para qué si al día siguiente regresarían a Chile. Al día siguiente, camino al aeropuerto pasaron a comer algo en Ventura Mall, cerca de donde estaban.
Ocurrió que en el estacionamiento cuando iban hacia el auto, Alejandra empezó a quedarse atrás. “Me empecé a sentir muy mal, quise llamar a alguien y no podía hablar, tampoco caminar. Todo el lado izquierdo de mi cuerpo estaba recogido y rígido. De pronto Rodrigo miró hacia atrás y al no verme regresó por mí. De inmediato se dio cuenta, con mi primo me subieron al auto y Rodrigo corrió hasta por arriba de las veredas hasta llegar a una urgencia. Resultó que era una consulta de atención primaria, pero el personal médico llamó una ambulancia y me llevaron de urgencia al Ventura Hospital”, relata.
Apenas ingresada cuenta que escuchaba repetidamente el llamado “alerta azul”, Alejandra cuenta que pensaba “no estoy tan mal, porque lo peligroso sería alerta roja”. Hoy agradece haberse equivocado, porque alerta azul es gravedad extrema y llamado a reunión médica. A su alrededor, dice, veía como diez médicos quienes determinaron que se necesitaba una angiografía inmediata.
Fue después de ese examen que Alejandra entró en coma profundo. Revela que tres días después despertó y vio sólo bruma y todo tan difuso, que pensó había muerto. Pero de pronto, aunque borroso vio a Rodrigo que estaba con la misma ropa que habían llegado, demacrado y con barba de cuatro días. “No se había movido de mi lado ni para dormir menos para comer. Lloramos juntos, yo no podía hablar y no podía expresarle que también quería ver a mis hijos”, recuerda.
En los días que siguieron Alejandra tuvo clara conciencia que lucharía por su salud, por su vida. “Por amor a Rodrigo, a mis hijos, a toda mi familia que sufría tanto con esto”. Cuando empezaron los ejercicios de rehabilitación con los distintos profesionales desde fonoaudiólogo, kinesiólogo y otros, Alejandra hacía todo lo mejor que podía. “y aunque seguía en la UTI, en una semana empecé a caminar nuevamente y a hablar algunas palabras”, cuenta.
Un mes permaneció internada en el Ventura Hospital. “Cuando me dieron de alta, yo estaba en llamas de felicidad, finalmente me iría a casa con mis hijos. Lo que no sabía es que al regreso a Santiago, en el aeropuerto me estaba esperando una ambulancia que me llevó directo a la Clínica Alemana, donde me esperaba mi médico Alejandro Brunser, y otra vez a la UTI; pero me conformaba que por lo menos ya podría ver a mis niños”. Recuerda que el médico le dijo que ellos vendrían por la tarde, pero que por mi salud no debía ponerme nerviosa. “Cuando llegaron los abracé tan fuerte y tanto rato, que casi los ahogo”, cuenta divertida. Otros tres meses estuvo internada en la Clínica Alemana hasta obtener el alta.
El sendero del después
Desde ahí admite empezó a recorrer el hermoso sendero del después. Empieza por reconocer que el factor inapelable que salvó su vida fue su férrea fe en Dios, las cadenas de amor y oración que por ella se hicieron. “La fe y el amor son una vibración tan alta que te salva. Desde ahí me surgió un enamoramiento de la realidad tal cual se nos ofrece”, dice con emoción. “Hoy veo cosas obvias que no veía, como la belleza de una flor, una hoja caída, la luz de las mañanas o atardeceres. Hoy veo todo y agradezco con humildad el amor de mi marido, de mis hijos, de mi suegra, de mis cuñados, de mis padres; pintar bien o mal pero agradezco poder hacerlo”, dice sentidamente.
Ahora Alejandra ve y construye según una creatividad indefinida y al mismo tiempo retenida que nace y surge de dentro de ella misma. “Antes pintaba como una vez al mes. Ahora para mi es una necesidad”. El médico le diagnosticó fatiga cerebral, y no podrá volver a trabajar, “pero tampoco Rodrigo me dejaría”, reflexiona. Cuenta que se cansa mucho pero pintar la revitaliza, también volver a conducir y cada día llevar a sus niños a sus actividades deportivas.
Le pregunto cómo es su proceso creativo. “Sabes? Aquí en mi taller empiezo un cuadro, me aburro, empiezo otro y otro, en algún momento salgo al jardín, instalo el atril, lienzo, pinceles y materiales”. Observo que en su proceso Alejandra descubre lo que interesa a su sensiblidad y traza mediante los colores.Que en opinión de un critico de arte hay equilibrio, profundidad y modernidad en mezclas: verde y fuscsia o rojo y naranja y más.
Me fijo que si bien en su obra hay personajes representados sin embargo siempre están presente un par de alas, aunque sean imperceptibles. Siempre. Y en medio de esa espiritualidad cromática pinta paisajes imaginarios que denomina primavera, invierno u otoño; también dibuja cuellos desde los hombros hacia arriba. “quizás porque mi problema de coágulos se situó inicialmente aquí”, y me indica su cuello. Emanaciones de su vida, pienso. Tal como su firma, su nombre escrito en árabe, por amor a su marido y a su familia de ascendencia árabe. O también su Instagran que llamó: Mi vida (entre) pinturas.
Le pregunto si le interesa la critica. “No me es indiferente porque soy súper humilde, pero nada que me haga sufrir. Hoy en día yo sé exactamente lo que es importante y lo que no es. Lo que es urgente y lo que no es urgente”, afirma.
Son días felíces y llenos de expectación. Alejandra prepara, junta obras, para su primera muestra en público. “Estoy invitada para el 5 y 6 de diciembre a participar del Bazar de Navidad de Tue Espacio Vivo”. Veo que la alegría, la sinceridad la respira y expele los colores, sus colores